También llamado Castillo de Alcocer. Nosotros fuimos bastante tarde y no pudimos visitarlo por dentro. Si vas un día entre semana y por la mañana, puedes llamar al ayuntamiento y puede que manden a alguien para abrir el monumento y que puedas visitarlo por dentro. El precio de la entrada es módico. Por su situación, en lo alto de una montaña, el castillo cuenta con unas vistas impresionantes, tanto por un lado, como por el otro. Incluso se puede ver el Castillo de Herrera del Duque, a unos 25 Km y, con el que tiene muchas similitudes arquitectónicas. El monumento fue restaurado recientemente y se le hizo una limpieza de interiores y exteriores además de trabajos de consolidación, aunque no deja de necesitar más actuaciones en un futuro próximo.
Fortaleza del siglo XV, a partir de 1445, cuando Juan II, rey de Castilla, dona la Puebla de Alcocer a Gutierre de Sotomayor, Maestre de la Orden de Alcántara. El castillo se encuentra en un risco inaccesible que domina toda la comarca de la villa pacense. Realmente, el origen del castillo es en el siglo XII y XIII, aunque remodelado profundamente en el XV por Gutierre, señor de Alconchel y Gaete. El castillo es de forma irregular, adaptándose al terreno elegido para su construcción, con caída vertical casi por cualquier sitio y de sólidos y altos muros de entre dos y tres metros de grosor.
La puerta está en una dura pendiente, si no te agarras a la barandilla, además de piso resbaloso, cuesta subir, además está protegida por las murallas algo más elevadas que el resto y con un cubo circular adosado a un lado, resultando una entrada angosta y en pendiente difícil de atacar. Para una mejor defensa de la puerta, hay un primer muro con un arco apuntado, El Arco del Ojal, hecho de ladrillo y, unos metros más adentro es donde se encuentra la puerta.
Arriba una buhedera, desde donde se podía arrojar todo tipo de elementos a los posibles invasores. La estampa cinematográfica nos muestra siempre tirando aceite o agua hirviendo, algo bastante peregrino, ya que el agua, era un bien preciado en una situación de sitio y, el aceite también era valioso. Lo que se tiraban eran basuras, desperdicios de comida, y excrementos que, aunque no mataban al momento, si que podían dejar fuera de combate a muchos soldados. Cualquier herida, muy normal en estas lides, se podía infectar y llevar a más de uno a la tumba a posteriori. Tanto es así, que el castillo cuenta con muy pocas saeteras, dejando su defensa en los altos muros y la agreste entrada.
Justo pasada la puerta, se encontraban las dependencias residenciales de los habitantes del castillo, aunque tan solo quedan algunos muros que al menos te dejan imaginar como eran dichas zonas. Por los mechinales, los huecos en donde se introducían las vigas de madera, se puede adivinar que tenían tres pisos. En el piso principal había una chimenea adosada al muro, que todavía permanece casi intacta su campana. En la construcción del castillo se adivina la presencia de alarifes mudéjares por los materiales utilizados y por las formas de las ventanas y puertas.
La Torre del Homenaje es la pieza mejor conservada del monumento, cilíndrica y se encuentra al fondo del recinto. Es de gran altura y robustez. El acceso es desde el adarve y una escalera interior da acceso a los distintos pisos e incluso a la terraza, acabada con un voladizo sobre ménsulas. Tanto el cubo de la entrada como la Torre del Homenaje, están fabricados en mampostería pero, la torre muestra unos adornos, distintivos de la época, en bandas circulares de ladrillo cada cierta altura. Éstos adornos se datan a finales del siglo XV, en tiempos en los que el castillo pertenecía a Elvira de Zúñiga y Manrique de Lara, hija de Álvaro de Zúñiga y Guzmán, que por herencia y matrimonio, además del fallecimiento de su marido y la minoría de edad de sus hijos, gobernaba los designios de la fortaleza, dejando su impronta en forma del escudo de los Zúñiga en lo alto de la Torre de Homenaje.
¡¡Conoce y vive España!!
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