El Castro da Cidá es uno de los yacimientos arqueológicos más representativos de la cultura castrexa en Galicia. Se encuentra en el municipio de San Xoán de Río, en la provincia de Ourense, en una zona elevada que domina el valle del río Navea, muy cerca de la llamada Piedra de Ra.

Su ubicación no es casual, desde la cima se controlan caminos naturales y pasos estratégicos, lo que daba a sus habitantes una posición privilegiada tanto para la defensa como para el intercambio. El propio nombre de “Cidá” hace referencia a una “ciudad” o asentamiento fortificado, reflejo de la importancia que tuvo en su tiempo. En cuanto a su origen, se puede situar en torno a la Edad del Hierro, aproximadamente entre los siglos IV y I a. C., aunque pudo tener ocupaciones anteriores en la Edad del Bronce. No fue construido por reyes ni gobernantes, sino por comunidades locales organizadas en clanes o tribus. Estos grupos levantaban asentamientos fortificados para protegerse de incursiones y afirmar su control sobre el territorio circundante.

Tras la conquista romana en el siglo I a. C., muchos castros como el da Cidá fueron romanizados, lo que supuso la transformación de su vida cotidiana y, en algunos casos, el abandono progresivo de las fortificaciones. La arquitectura del Castro da Cidá sigue el patrón típico de los asentamientos castrexos. Está rodeado por murallas de piedra que delimitaban el espacio habitado y servían como defensa. En el interior se conservan restos de viviendas circulares de planta redonda, hechas con muros de mampostería y cubiertas vegetales, además de estructuras rectangulares que muestran la transición hacia modelos más avanzados.

La organización del espacio se adaptaba al terreno, con terrazas escalonadas en las laderas y zonas comunales en el interior. También hay indicios de fosos y parapetos que reforzaban el sistema defensivo. Entre las curiosidades que rodean al yacimiento, destaca que el Castro da Cidá ha sido vinculado en la tradición popular con leyendas de tesoros ocultos, mouras encantadas y pasadizos subterráneos. Estas historias forman parte del imaginario gallego alrededor de los castros, que durante siglos fueron vistos como lugares mágicos y misteriosos. Desde el punto de vista arqueológico, también se han encontrado fragmentos de cerámica, restos metálicos y huellas de actividad agrícola y ganadera, que ayudan a reconstruir el modo de vida de sus habitantes.

Hoy en día, el Castro da Cidá se conserva en estado de ruina parcial y prácticamente abandonado, con mucha maleza, con murallas visibles y estructuras en superficie que permiten intuir su antiguo trazado. El paso del tiempo, la vegetación y la falta de excavaciones sistemáticas han hecho que parte de la estructura permanezca enterrada o cubierta. Aun así, sigue siendo un enclave destacado dentro de la red de castros gallegos y un testimonio de la vida comunitaria y defensiva en la Galicia prerromana. Su valor reside tanto en lo arqueológico como en lo cultural, pues conecta el presente con una de las etapas más identitarias de la historia gallega.
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