El castillo y despoblado de Castrotorafe no es un castillo aislado al estilo de una torre defensiva, sino un conjunto mucho más grande: era una auténtica villa amurallada con su castillo integrado. Nosotros fuimos a verlo a pesar de que el estado del carril deja mucho que desear. Hubiera sido mejor aparcar y seguir andando, cosa que no hicimos.
El Castillo de Castrotorafe está situado a unos 15 kilómetros de Zamora, junto al río Esla, en un altozano que domina el paisaje y que permitía controlar un vado natural del río. Ese paso era clave en época medieval, porque por ahí circulaban rutas que comunicaban León con Portugal y con la meseta castellana. El enclave, por tanto, tenía un valor estratégico enorme. Su origen se remonta a la Alta Edad Media. Hay restos que apuntan a un posible poblamiento romano o visigodo. Lo seguro es que en el siglo X ya aparece documentado como lugar poblado dentro del reino de León.
Su momento de auge llegó en el siglo XII, cuando el rey Alfonso VII de León concedió en 1129 un fuero propio a Castrotorafe. Ese privilegio le dio categoría de villa de realengo y atrajo a colonos, comerciantes y artesanos. Desde entonces, se convirtió en un punto de referencia en la comarca y tuvo hasta mercado y cierta actividad económica. La villa y su castillo pasaron pronto a estar bajo la influencia de la Orden de Santiago, que fue la que lo administró durante buena parte de la Edad Media. Las órdenes militares eran habituales en la zona porque se necesitaban guerreros organizados para defender la frontera leonesa frente a los ataques musulmanes primero, y después frente a los intereses de Castilla y Portugal.
La orden reforzó las defensas y mantuvo guarnición, pero con el tiempo el control pasó también a la nobleza local, en especial a los condes de Benavente, una de las casas más poderosas del noroeste peninsular. En cuanto a su arquitectura, Castrotorafe era una “ciudad amurallada”. Tenía un recinto que rodeaba todo el poblado, con murallas de varios metros de altura construidas con mampostería y reforzadas con torres en los puntos más vulnerables. El castillo propiamente dicho estaba en el extremo más alto, como núcleo militar y última defensa. Su planta no era regular, ya que seguía la topografía del terreno, y contaba con torreones semicirculares, puertas fortificadas y espacios internos que hoy solo se adivinan por las ruinas.
Se cree que dentro había almacenes, caballerizas y viviendas de soldados. El río Esla servía de foso natural por uno de los lados, lo que aumentaba su fortaleza. La decadencia llegó relativamente pronto. A finales de la Edad Media, cuando la frontera dejó de ser peligrosa y los reinos de León y Castilla se unieron definitivamente, Castrotorafe fue perdiendo importancia. En los siglos XV y XVI la población comenzó a marcharse a lugares más prósperos, especialmente a Zamora. El mercado dejó de funcionar y el lugar se despobló. Aún en época de los Reyes Católicos el castillo se mantenía en pie y con valor defensivo, pero poco después se abandonó.
En el siglo XVII ya estaba casi en ruina, y la villa se convirtió en un despoblado: un pueblo fantasma del que solo quedaban piedras. Como curiosidad, en el siglo XIX, durante la Guerra de la Independencia, las tropas francesas pasaron por la zona y parece que utilizaron las ruinas como punto de vigilancia, aunque ya no era una fortaleza funcional. En los años 60 del siglo XX, con la construcción del embalse de Ricobayo, el nivel del río subió y parte de los alrededores quedaron anegados. Hoy en día, en épocas de crecida, el agua llega a cubrir parte de los restos más bajos, lo que ha acelerado la degradación del conjunto.
Actualmente, Castrotorafe está declarado Bien de Interés Cultural, pero no está restaurado. Se visitan las ruinas tal cual, con murallas caídas, torres medio en pie y un entorno cubierto de maleza. Aun así, conserva la magia de un enclave medieval abandonado, con vistas impresionantes sobre el Esla. Muchos senderistas, ciclistas y curiosos se acercan porque es un lugar solitario, con aire de misterio, donde se puede recorrer lo que fue una villa fortificada entera. Es uno de esos sitios que explican cómo funcionaba la Edad Media en la meseta: auge rápido gracias a la repoblación, control militar por órdenes y nobleza, y abandono cuando la historia pasó de largo.
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