Llegamos a este pueblo para ver su castillo y lo que nos encontramos fue un recinto ruinoso, con altos muros de mampostería, con el interior totalmente diáfano, y totalmente abandonado. El castillo de San Pedro de Latarce se encuentra en la provincia de Valladolid, en la comunidad de Castilla y León.
Se levanta sobre un altozano que domina el valle del río Hornija, lo que le daba un claro valor estratégico en la Edad Media. Desde su posición, controlaba los caminos que unían Toro con Medina de Rioseco y también la ruta hacia Galicia, de modo que fue una pieza importante dentro de la red defensiva de los reinos cristianos en la meseta. Su origen se remonta al siglo XI, cuando se estaba consolidando la repoblación de la zona tras las campañas de la Reconquista. Se cree que en un primer momento existió una fortificación de carácter defensivo vinculada a la monarquía leonesa, y que posteriormente fue reforzada y ampliada en tiempos de Fernando II de León y Alfonso IX.
A lo largo del siglo XIII y XIV el castillo pasó por distintas manos, a menudo en medio de conflictos nobiliarios. En sus muros se decidió parte de la suerte de la comarca, ya que fue escenario de enfrentamientos entre los reinos de León y de Castilla y, más adelante, entre distintas facciones de la nobleza castellana. La arquitectura del castillo responde al modelo clásico de fortaleza medieval de la meseta. Presenta una planta cuadrada con torres en las esquinas, muros de piedra caliza y un patio central. Destaca la torre del homenaje, la más alta, que servía como residencia señorial y último refugio en caso de asedio.
El recinto estaba rodeado por una muralla adicional que aumentaba su capacidad defensiva. Aunque hoy se encuentra en estado de ruina, aún se aprecian con claridad los lienzos de muralla, los restos de las torres y parte de la puerta de acceso. Una curiosidad es que en el castillo de San Pedro de Latarce estuvo presa María de Molina, reina consorte de Castilla y figura clave en la política de la época, que defendió con firmeza los derechos de su hijo Fernando IV. También se sabe que Enrique II de Trastámara se refugió en él durante sus luchas contra Pedro I el Cruel. Estos episodios lo convierten en un testigo silencioso de los turbulentos cambios de poder de la Baja Edad Media castellana.
Hoy el castillo se encuentra en ruinas y abandonado, pero sigue siendo un punto de referencia para comprender la historia de la comarca. Se puede visitar el entorno y observar los restos, que aún transmiten la sensación de fortaleza y de control territorial que tuvo en su época de esplendor. Su historia arranca en el siglo XI y refleja muy bien cómo estas construcciones pasaron de ser centros de defensa militar a convertirse en símbolos del poder nobiliario en la Castilla medieval.
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